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Ritos de cada día

Ritos de cada día

Cuando las cosas significativas de la vida se vuelven rutina, perdemos conciencia de estar frente a algo sumamente profundo, no lo reconocemos y tampoco lo podemos hacer significativo para los demás.

Perdemos de vista que todo es sagrado, la vida se vuelve aburrida, vivimos con indiferencia lo ordinario creyendo que la felicidad está en lo extraordinario. Y así, generalmente, la existencia se vuelve monótona y rutinaria.

Darse cuenta de esto es una oportunidad para que lo cotidiano adquiera sentido de nuevo. Nuestra vida tiene que convertirse en ritual, es decir, ver que todo es santo, todo es bendición y que la vida está llena de posibilidades y sorpresas. Sólo tenemos que captar lo sagrado de cada momento, y eso se logra con atención, observando con el corazón. Las personas, las cosas, los acontecimientos, son señales de que la vida es sagrada, de que la vida es maravillosa.

Igualmente, los ritos, esos pequeños gestos que tienen el don de captar lo extraordinario de cada acción ordinaria, nos ponen en contacto con la belleza de la realidad. Los ritos nos ayudan a experimentar la presencia y la voluntad de Dios en todo, abren la sensibilidad a descubrir el sentido de todos los momentos de la vida.

Un abrazo, una sonrisa, una vela encendida, regar las plantas, escuchar música que deja en paz el espíritu, ayudar a un grupo de vecinos a luchar por sus derechos, escuchar con el corazón abierto a la comprensión del otro, etcétera. Son pequeños ritos cotidianos que iluminan nuestros mortales pasos y los bendicen con la experiencia de la resurrección.

 

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